Miércoles, 9 de noviembre de 1938. Se producen ataques contra ciudadanos, comercios e instituciones judíos en Austria y Alemania. Esta noche será conocida como La noche de los cristales rotos.

Jueves, 9 de noviembre de 1989. Cae el muro que atraviesa Berlín desde hace más de 28 años. En la madrugada del 13 de agosto de 1961, comienza la construcción del telón de acero que cruza la capital alemana a lo largo de 155 km y que divide Europa en dos mundos.

El derribo del Muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría. Enfrentamiento no violento entre capitalistas y comunistas, que se desarrolló como consecuencia de la inestable situación política, económica y social que reinaba en Berlín tras el fin de la II Guerra Mundial.  Se puede considerar que La noche de los cristales rotos supuso el inicio del Holocausto judío y, por ende, del mayor conflicto armado del siglo XX y de todas las atrocidades que se produjeron en este periodo: millones de víctimas, miles de ciudades arrasadas, una deuda económica abismal, heridas psicológicas y morales incurables.

Durante todos estos años, se coartó la libertad de expresión  de millones de ciudadanos, que estaban controlados por el sistema y debían cumplir las normas impuestas para no ser asesinados por la sinrazón. Este estado de restricciones, afectó a todos los campos del saber, desde las investigaciones científicas a las disciplinas humanísticas y, con el fin de transmitir una determinada ideología, se destruyeron y quemaron innumerables documentos y libros que, teoréticamente, contradecían los valores del régimen.

La quema de libros es la destrucción con fuego de un documento escrito. Suele realizarse a modo de ceremonia y por motivos morales, políticos o religiosos en relación al contenido de los escritos. Durante el periodo nazi, eran frecuentes estas iniciativas, entre las que destaca el movimiento del 10 de mayo de 1933 bajo la “Acción contra el espíritu no alemán”. En la berlinesa Opernplatz el fuego acabó con más de 10.000 obras de escritores judíos, marxistas y pacifistas, recogidos de 22 ciudades universitarias.

Pero este fenómeno ha existido a lo largo de toda la historia. Ya en el año 213 a. C., el emperador chino Qin Shi Huang mandó incinerar textos de filosofía e historia que no cumplían con las estrictas normas impuestas. El senado romano, ordenó eliminar en el 25 d. C. la Historia de Aulus Cremutius Cordus, además de obligarle a suicidarse, donde alababa a Brutus y a Casio, asesinos de Julio César. A finales del siglo III d. C., el emperador Diocleciano calcinó los volúmenes de alquimia egipcios de la biblioteca de Alejandría y escritos cristianos, debido a la persecución cristiana que estaba dirigiendo.

Ya en la edad moderna, miles de escritos judíos, biblias hebreas y manuscrito árabes acabaron en la pira por orden de la Inquisición española entre los siglos XV y XIX. En 1793 y 1794, el líder revolucionario francés Robespierre   incendió la biblioteca personal y los documentos religiosos del rey francés y la sede del Club de los Jacobinos. Tras la entrada de EE.UU. en la I Guerra Mundial en 1917, se destruyeron publicaciones alemanas defendiendo el sentimiento patriótico de los norteamericanos. Incluso en el actual siglo XXI, miles títulos siguen ardiendo por la intolerancia y el fanatismo de pequeños colectivos. Es el caso de la colección de Harry Potter, desacreditada por iglesias estadounidenses, que defienden que hay mensajes satánicos en las historias del famoso mago.

Los crímenes que se han cometido contra la literatura han causado un daño irreparable en el desarrollo del saber y del conocimiento a lo largo de todas las épocas y en todas las sociedades. Sus consecuencias no solo se reducen al momento en el que se cometen esos actos, sino que también afectan a todas las generaciones futuras.

Lunes, 9 de noviembre de 2009. XX aniversario de la caída del muro de Berlín. La capital alemana publica Das Dominobuch, un libro que surge como proyecto cultural que cuenta la historia de los hombres que con valor y constancia crearon un efecto dominó en la política internacional y que habla sobre todos los muros que todavía hoy no han caído y sobre los que luchan por la libertad y la esperanza. Cuidemos por que estos testimonios nunca caigan en las llamas de una hoguera, ni se consuman en el olvido y en la ignorancia. Esperemos renacer de las cenizas y aprender del pasado para no estar condenados a repetir los mismos errores en el futuro.

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