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La gran biblioteca de la vida

Page history last edited by Irene 14 years, 3 months ago

 

 

La biblioteca como concepto puro y según la etimología de su palabra se tendría que circunscribir solo a los datos recopilados en algún soporte físico que recoge información escrita.

 

 

Si la existencia del hombre la viéramos en un termómetro evolutivo veríamos que el periodo que de esta se puede archivar como la 2,54 millonésima parte de la información que escribiría la tierra o 8 milmillonésimas de la formación del Universo,  pues de los 4600 millones de años que la tierra lleva latiendo y de los 13700 millones de años del Big Bang que originó el universo, solo llevamos 11700 años en la tierra. Comparado con los 75 años de vida media de una persona, en  la historia del hombre, llevaría viviendo solo 100,26 o 33,66 minutos respectivamente, no llegaría a la hora y media de vida respecto a la tierra.

 

 

 

El ser humano, en su afán social de comunicarse, ha tenido una etapa relativamente corta para escribir su testimonio con respecto a lo que el propio hombre quiere saber sobre su pasado.

 

 

 

Como es sabido, la información se recoge en libros, pero existe una gran biblioteca que se escribió de forma casual sobre nuestro pasado, que es la propia naturaleza que nos rodea.

 

Es una biblioteca que nos transmite la historia por todos los sentidos, está llena de datos evaluables y es motivo de ensayos dignos de estudio.

 

Evidentemente, conocemos una ciencia que se denomina arqueología y otras más especializadas que recogen todos estas investigaciones, pero no dejan de ser meras intermediarias entre el origen de la información y nosotros.

 

Desde un punto de vista global, nos adentramos metafóricamente en una realidad, donde en este caso, los libros son los restos del entorno cotidiano que nos rodea y que nos transmiten una información infinita. Nos permiten desarrollar teorías y datar hechos empíricos o constatados, según las muestras o los testimonios del ambiente circundante.

 

Evidentemente, la evaluación de estas afirmaciones está basada en el conocimiento extraído de los estudios recogidos en los libros a modo clásico, pero por sí solas también nos aportan declaraciones directas.

 

 

Empecemos  por  levantar la mirada a las estrellas y al espacio mediante los sistemas adecuados y podremos ver que es una fuente dinámica y viva de la revelación inagotable de nuestro pasado,  es una ventana en ebullición que nos permite formular historias a nuestro origen material remoto y hasta predecir nuestro futuro.

 

 

 

Moviéndonos en entornos más cotidianos, si observamos un simple tronco cortado, también sabemos sacar manifestaciones del clima en un pasado reciente. Si estudiamos la vegetación deducimos explicaciones sobre la calidad y el tipo de vida en el lugar, los recursos y podemos enjuiciar las posibilidades que se nos ofrece.

 

 

 

Si es por el paisaje natural que nos rodea, podemos prestar atención en muchos casos a la formación geológica que nos da innumerables notas sobre el pasado en el terreno que pisamos y sus consecuencias.

 

A modo de ejemplo, nos podemos situar delante de una gran catarata como Victoria o Iguazú y tratar de inducir como ese majestuoso salto de agua es producto de movimientos geológicos que provocaron una gran ruptura en el equilibrio del paisaje y como pudo afectar al entorno.

 

 

 

Islas o espacios acotados que distinguen biotipos de distintos tipos de vida con ecosistemas que evolucionan de manera diferente, donde se pueden contemplar especies variadas.

 

 

O cuando se ve un  terreno con estratificaciones que nos dibujan perfectamente los movimientos tectónicos y su composición según los pliegues del terreno en ese momento, con detalles de la vida que experimentó: observando las capas que se crearon por decantación, cómo se  han retorcido según los terremotos y  cómo cada capa está marcada por una etapa histórica desigual.

 

 

 

Contemplar una gran cordillera nevada o un volcánen erupción y pensar en su formación remota así como la fuerza vital de la tierra que transmite.

 

 

 

Esto es aplicable a cualquier vista bucólica que nos evoca en muchos casos una belleza transmisora de hechos históricos.

 

Aunque el gran testimonio bibliográfico vivo más importante, y a su vez muerto, son los fósiles. Destacan la existencia animal o vegetal petrificada y que habitualmente contemplamos y no sabemos valorar: una simple concha en medio de un campo, muchas veces no representa una paella dominical, sino la existencia de un pasado marino. Por ejemplo, en Morón están las moronitas, al mismo tiempo que si se escarba a pie de carretera se pueden encontrar restos fósiles fácilmente en muchas laderas de  terrenos horadados. Igual es el caso de Oromana, donde existe albero, resto de plancton marino y si tratáramos con un especialista estas pruebas serían innumerables e inagotables.

 

 

 

Pero la inagotable biblioteca de comunicación visual de datos que nos rodea hasta la saciedad, son todos los restos arqueológicos y artísticos que nos envuelven, pues para cualquier persona mínimamente ilustrada, basta con levantar la mirada y tratar de asimilar las revelaciones que saturadamente nos encierran, ya sea cuando viajamos específicamente para conocer sitios, como en el hábitat propio en el que podemos saturarnos de referencias y que nos ilustran a modo de gran biblioteca urbana.

 

Para comprender mejor esta visión, solo hace falta figurarse delante de cualquier monumento artístico, ya sea megalítico o posterior, y evaluar lo que nos transmite, no solo desde el punto de vista estético, sino también desde el cultural. Toda lo que nos transporta en el tiempo y nos describe un momento social.

 

Poner un ejemplo seria infinitesimal a lo que cada uno pueda imaginar como parte del arte que cada cultura a lo largo de la historia nos ha dejado.

 

Desde una cueva de Altamira, con sus pinturas rupestres o un megalito, a una catedral más reciente nos aportan una información desbordante que llega a causar en casos extremos el síndrome de Stendhal. Nos transportan al momento, nos comunican belleza, nos complementan teorías y en general nos desbordan con sus testimonios.

 

 

 

Es por lo que sin mínimamente intentar suplantar el concepto etimológico de biblioteca  y salvando las distancias, dentro de una gran metáfora del ser humano y de la existencia, mirando con ojos críticos, podríamos definir nuestro entorno como tener un mundo en nuestras manos a través de La gran biblioteca de la vida.

 

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